Estaba esperándote, impaciente, ¿cómo serás? Mi única pista era un retrato y que llegarías en un vestido rojo, yo te dije que estaría vestido con camisa color naranja, para hacer fácil el reconocimiento, por poco dije fluorescente, en la puerta asomo una chica en vestido rojo, impresionantemente bella, saque de mi bolsillo tu foto, no se parecía a ti, ella atisbo, recorrió todo el salón en busca de alguien, al cruzar nuestras miradas yo le di mi mejor sonrisa, que linda es, me dije, y mi corazón se sobresalto, remoje mis labios, mi mano acaricio mi cabello, pero no eras tú. Ella paso de largo, se planto dos mesas atrás de mi, frente a un ser a ella igual, con talante de galán. Pero con camisa de color normal.
Centre de nuevo mi vista hacia la entrada, el salón fue llenándose de personas, elegantes, altas, bajitas, gordas, flaquitas, guapas, feas. Hice un recorrido visual, un inventario mental, una encuesta para amortiguar mi espera, no estaba tan solo, éramos más los feos y feas, pocas personas bellas, era el resultado de mis valoraciones superficiales.
Absorto en mis pensamientos, no me di cuenta de tu imperiosa llegada, apareciste, vestida de rojo en dos piezas, debo confesar me desilusione un poco, nada atractiva, ni en rostro, ni en cuerpo, con tu presencia aumento mi estadística de los feos del salón.
En conjunto nada de proporción, pero al ir avanzando en la conversación, descubrí, el color de tus ojos, brillantes, llenos de vida de alegría, tus labios, perfectos, y qué decir de tu bien formados y cuidados dientes, inevitable observar detrás de esa tremenda sonrisa. ¡Oh¡ que cabello, negro, lacio, jajaja el viento no te lo dejaba en paz, odie en ese momento el maldito equilibrio de la armonía. Y te confieso que después de ti, he aprendido a observar por separado. Y a odiar la simetría
Te escuche, y confieso, a veces no, pensaba en tu voz, vi la sonrisa que dispensaste a quien nos atendió, como si fuere amigo de siempre no un sirviente, nada de diva, derroche de amor, también me sorprendió tu espontanea carcajada a una ocurrencia mía, sin pudor, sin miedo, hecho que detuvo miradas en la mesa de nosotros, si, era mesa de feos, pero que rebosaba de alegría, que amena compañía, ya estaba muy lejos de mí, aquella primera impresión, ya ni recordaba mi primera desilusión, hoy que leas esto, te pido humildemente perdón, por esa primer valoración. Definitivamente fue una velada feliz, fue un deleite estar contigo, al salir ya no éramos feos, eras la más bella del salón, iba tras de ti, mire tus pantorrillas, aaahhhhh que tremenda emoción, quedamos de acuerdo en una nueva reunión, creo también te fijaste muy bien en mi, pues emocionada dijiste que si. A veces la mirada opina, pero quien decide es nuestro corazón.
Victor Jose Martinez
jueves, 24 de febrero de 2011
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